Global Analysis

El cambio climático después de París

lo que significa para la iglesia evangélica

Ed Brown May 2016

“Tenemos un acuerdo”. Con esas palabras, Laurent Fabius, Ministro de Relaciones Extranjeras de Francia y Presidente de la 21ª Conferencia de las Partes, conocida comúnmente como COP 21, anunció uno de los más importantes acuerdos internacionales jamás alcanzados. Fue el 18 de diciembre de 2015, en Le Bourget, Francia, en las afueras de París. Unos 197 países acababan de acordar, de manera unánime, dar pasos concretos para revertir siglos de daños a la creación de Dios y al sistema climático de la tierra a través de la reducción de las emisiones de dióxido de carbono y los demás gases de efecto invernadero.

Logros sin precedentes

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La adopción unánime de lo que ha llegado a conocerse como el Acuerdo de París[1] fue casi milagroso. Algo así nunca había ocurrido antes. Sin embargo, hay más: las negociaciones diplomáticas siempre logran menos al final de lo que se espera al principio. No en esta ocasión. El acuerdo final de la COP 21 fue más fuerte que la meta original. Después de haber planeado solicitar políticas y planes que limitaran los aumentos de temperatura futuros a 2,0 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales, los delegados optaron, en cambio, por una meta que limitaba los aumentos de temperatura futuros a “muy por debajo de 2°C por encima de los niveles preindustriales y a hacer esfuerzos para limitar el aumento de la temperatura a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales”.[2]

Lo más sorprendente fue que el Acuerdo de París no está basado en la economía, en intereses de las empresas o en realidades políticas, sino más bien en una auténtica preocupación por los pobres del mundo, que son los que corren los mayores riesgos. En un mundo marcado por un encono partidario y un interés propio frecuentemente codicioso, la COP 21 produjo lo opuesto: un documento que expresa un llamado casi bíblico a la rectitud, la compasión y la justicia.

Presencia evangélica

¿Cómo ocurrió esto? Uno de los principales factores fue que las comunidades de fe en general, y los cristianos evangélicos en particular, hicieron conocer su presencia e hicieron oír sus voces en la COP 21. Como dijo un representante destacado de la delegación de Estados Unidos: “La comunidad de fe ha sido esencial en argumentar que el cambio climático es nuestra responsabilidad moral. La comunidad cristiana ha liderado ese esfuerzo, ayudando a promover un acuerdo sólido que proteja a las comunidades más vulnerables y amenazadas”.[3]

La iglesia mundial hace oír su voz, y la gente escucha

La Red de Cuidado de la Creación de Lausana (LCCN) es una de las redes temáticas más recientes de Lausana, y es un paraguas primordial para evangélicos de todo el mundo que trabajan en el área del medioambiente o del cuidado de la creación. La LCCN jugó un papel organizador crucial en llevar una amplia alianza evangélica a la COP 21. Organizado por A Rocha France, la alianza incluyó a A Rocha International, la Alianza Evangélica Mundial, Tearfund, Visión Mundial, Climate Caretakers, Young Evangelicals for Climate Action, dos organizaciones de base de EE. UU. y otros.[4]

El obispo Efraim Tendero, Secretario General de la AEM, fue el rostro público de esta coalición, y trabajó incansablemente, tanto dentro del ámbito oficial como afuera, para comunicar los aspectos morales y espirituales del cambio climático. Originario de Filipinas, uno de los países más vulnerables a los impactos del cambio climático, fue un miembro acreditado de la delegación filipina. Hablando en París, Tendero dijo:

Hay un componente moral en toda la discusión acerca del cambio climático. La decisión de reducir nuestra huella de carbono está arraigada en el fundamento ético de que la vida humana necesita ser protegida y cuidada. Hacer el cambio a fuentes de energía renovable en oposición a la dañina energía fósil no es solo un esfuerzo científico, sino una acción ética que busca la supervivencia y el bienestar a largo plazo de la humanidad.[5]

El paralelo histórico que viene a la mente aquí es la lucha de décadas por poner fin a la esclavitud en el imperio británico, doscientos años atrás, un esfuerzo liderado por un cristiano evangélico apasionado, William Wilberforce. Tal vez estemos siendo testigos de un “momento Wilberforce”, cuando la iglesia descubre que puede tener una voz poderosa en los asuntos del mundo. No hay ninguna duda de que la comunidad evangélica mundial habló con una voz fuerte en la COP 21, y que los gobiernos del mundo escucharon. Gracias a esto, la conversación sobre el clima se ha desplazado de manera permanente de la mera economía y política para incluir la moralidad y la preocupación por quienes Jesús denominó mis hermanos más pequeños.

¿Qué es, entonces, el Acuerdo de París?

El Acuerdo de París sienta las bases para una respuesta al clima en dos áreas importantes: mitigación y adaptación.

Mitigación

Este es el proceso de reducción de las emisiones con el objetivo de impedir que el cambio climático empeore e intentar, finalmente, revertir el proceso. El Acuerdo de París pide compromisos voluntarios pero transparentes de los países de reducir de manera drástica las emisiones de gases de efecto invernadero que impulsan el cambio climático, buscando mantener los aumentos de temperatura futuros por debajo de 2 o aun hasta 1,5 grados Celsius. Estos compromisos, conocidos como INDC (Contribuciones Previstas Determinadas a Nivel Nacional), describen lo que cada país está dispuesto a hacer de su parte para abordar este problema. Si bien había una preocupación inicial de que los países no responderían, y si bien sigue siendo cierto que las reducciones contenidas en las INDC, tomadas en conjunto, están lejos de ser suficientes (ver abajo), los compromisos que se han hecho exceden lo que la mayoría esperaba.

Adaptación

La mitigación no es suficiente. Ya se ha hecho muchísimo daño al sistema climático, y habrá mucho más daño antes que comience a tener efecto alguna reducción de las emisiones. Por lo tanto, la mitigación tiene que ser acompañada por la adaptación: abordando los problemas causados por el cambio climático, como los extremos climáticos, el aumento del nivel del mar, la reducción de reservas alimentarias, las inestabilidades políticas y los refugiados climáticos.

La adaptación cuesta dinero. Una de las trágicas ironías del cambio climático es que los países que más probablemente sean afectados por este problema y que, por lo tanto, enfrentan los mayores costos para adaptarse a él, son los que menos han hecho para causarlo. El Acuerdo de París estipula un mecanismo de financiación a través del Fondo Verde para el Clima, mediante el cual los países en desarrollo, que soportarán el mayor peso de la adaptación, podrán recibir ayuda de países desarrollados de hasta US$ 100.000 millones anuales, a partir de 2020. Si bien es un camino largo, desde crear un mecanismo a proveer fondos en la realidad para quienes los necesitan, el Acuerdo de París es un comienzo.

Un “tren desbocado”

París no es el final sino una parada de un largo viaje. Aun mientras escribo estas palabras, llegan informes de Fiyi acerca de un tifón con vientos de 285 kilómetros por hora, la tormenta más fuerte registrada jamás en el hemisferio sur. Esto ocurre muy cerca en el tiempo del huracán Patricia, que azotó a México en octubre último, la tormenta más fuerte registrada jamás en el hemisferio norte. Los efectos del cambio climático ya están alrededor de nosotros, y están aumentando año a año.

Imagine un tren corriendo a máxima velocidad por la campiña. En algún punto por delante hay una curva que debe ser tomada lentamente; en caso contrario, el tren se descarrilará. Hace falta muchos kilómetros para frenar este tren, y debería estar decelerando ahora, en vez de seguir aumentando la velocidad.

El cambio climático es como ese tren. La curva es un punto en el tiempo para el cual debemos reducir las emisiones globales a un valor seguro, si queremos evitar una catástrofe. La meta del Acuerdo de París de “menos de 2 grados” es la velocidad máxima a la que se espera que tren del clima pueda recorrer la curva sin despistarse completamente. Sin embargo, otros creen que ese valor es aún demasiado alto, que aun 1,5 grados podría ser demasiado rápido para un tránsito seguro. El temor entre muchos es que, aun cuando todas las disposiciones del Acuerdo de París se implementen, podríamos ser incapaces de frenar el tren del clima lo suficiente como para recorrer la curva de manera segura.

Paul Cook, el Director de Defensoría de Tearfund, lo resume de la siguiente manera:

Este es un buen paso adelante, pero no nos durmamos en los laureles. [El Acuerdo de París] no nos da todo lo que necesitamos, [y] los cristianos en todo el mundo estarán orando para que los gobiernos acepten sus responsabilidades, desafiándolos a hacerlo y celebrando con ellos cuando tomen la acción audaz necesaria.[6]

¿Qué debemos hacer?

Climate Change - Image 2

En palabras sencillas, un mundo devastado por el cambio climático sería un mundo sacudido por un sufrimiento humano inimaginable. Lo podemos ver en Siria, una crisis humanitaria creada por el hombre que se ha derramado más allá del Oriente Medio, llegando a afectar las políticas y la política de la Unión Europea, los Estados Unidos y Canadá. De manera crucial para quienes estamos involucrados en los ministerios más amplios de la iglesia, Siria se ha convertido en un lugar donde la mayoría de las funciones normales de la iglesia (adoración, evangelización, ministerios de niños, etc.) se han vuelto difíciles o aun imposible a veces.

Lo que no se entiende por lo general es que Siria es un desastre producido por el hombre, en el cual el cambio climático es muy posiblemente un factor causal significativo. Según un estudio publicado por la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos en marzo de 2015,[7] una sequía extrema durante cuatro años (2006 a 2009) tuvo una mayor probabilidad y severidad debido al cambio climático, lo cual produjo migraciones masivas a ciudades y una carga sobre el ya débil y corrupto sistema político. Gran parte del mundo se parecerá mucho a Siria en 20 o 30 años sin un esfuerzo masivo por desacelerar el tren del cambio climático.

¿Cómo debemos responder, entonces? El sitio web de la red de Cuidado de la Creación de Lausana/AEM[8] tiene una buena lista de recursos y un programa de eventos futuros en la Campaña Mundial de Lausana por el Cuidado de la Creación y el Evangelio, además del Llamado a la Acción de Jamaica,[9] un documento que instamos a todo evangélico a leer, firmar y compartir.

Más específicamente, queremos alentar a todos a hacer lo siguiente:

  • Entender que el cambio climático y otras amenazas a la creación de Dios son problemas reales y serios, y que es apropiado y necesario que los cristianos —personas, congregaciones, ministerios— se involucren.
  • Vivir y trabajar de acuerdo con los principios de la mayordomía buena y divina, junto con un estilo de vida sencillo (un concepto que fue respaldado en el Documento Ocasional de Lausana 20 (LOP20)[10] hace 36 años).
  • Responsabilizar a nuestros gobiernos y líderes políticos por cada uno de los compromisos de nuestros países con los Acuerdos de París, de las formas que sean posibles en nuestros diversos contextos políticos.
  • Conectarse con y apoyar la Red de Cuidado de la Creación de Lausana/AEM escribiéndonos a [email protected].

El cambio climático es, sin lugar a dudas, uno de los mayores desafíos que la raza humana haya enfrentado jamás. Pero no olvidemos que nosotros, como el pueblo de Dios, podemos enfrentarlo como enfrentamos todo otro desafío, con confianza en Aquel a quien “toda autoridad en el cielo y la tierra” ha sido dada, y que ha prometido que estará con nosotros “hasta el fin del mundo”.

Notas al pie

  1. https://unfccc.int/resource/docs/2015/cop21/eng/l09r01.pdf
  2. Ibid.
  3. De Global Evangelical Leaders Welcome Paris Climate Agreement as Historical Accomplishment (Líderes evangélicos mundiales celebran el Acuerdo de Paris sobre el clima como un logro histórico), una declaración conjunta emitida luego del Acuerdo de París. Ver en línea en http://lwccn.com/joint-statement-evangelical-leaders-praise-the-paris-climate-agreement/.
  4. A principios de este año, el Grupo de Trabajo de Cuidado de la Creación de la Alianza Evangélica Mundial se unió la Red de Cuidado de la Creación de Lausana, creando la Red de Cuidado de la Creación de Lausana/AEM, como un único recurso mundial para la iglesia evangélica en todo el mundo.
  5. De Global Evangelical Leaders Welcome Paris Climate Agreement as Historical Accomplishment, una declaración conjunta emitida luego del Acuerdo de París. Ver en línea en http://lwccn.com/joint-statement-evangelical-leaders-praise-the-paris-climate-agreement/.
  6. Ibid.
  7. http://www.nytimes.com/2015/03/03/science/earth/study-links-syria-conflict-to-drought-caused-by-climate-change.html?_r=0
  8. http://lwccn.com/
  9. https://lausanne.org/content/statement/creation-care-call-to-action
  10. https://lausanne.org/content/lop/lop-20

Author's Bio

Ed Brown

Ed Brown es el Catalizador de Lausana para el Cuidado de la Creación, y es el director de la Campaña Mundial de Lausana/AEM para el Cuidado de la Creación y el Evangelio. Sirve como Director Ejecutivo de Care of Creation, Inc, y es el autor de dos libros, Our Father's World: Mobilizing the Church to Care for Creation (IVP) y When Heaven and Nature Sing: Exploring God's Goals for His People and His World (Doorlight).

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