Global Analysis

Hacer de Jerusalén una Meca cristiana para cristianos de África y otros lugares

¿cómo deberíamos responder a esto?

Kwabena Asamoah-Gyadu Ene 2016

A lo largo de la última década ha habido un gran incremento de peregrinaciones cristianas a Jerusalén. Es difícil encontrar datos numéricos, pero hay un gran número de peregrinos cristianos procedentes de EE.UU., de muchos lugares de Europa y de África que visitan la Tierra Santa. En una reciente visita, en mayo de 2015, el presente autor quedó asombrado  de los miles de personas “procedentes de todas las naciones de la tierra” que habían ido a visitar Israel, ya fuera como turistas o como peregrinos cristianos.

Este artículo debate la creciente importancia de Jerusalén como el lugar de oración en el cristianismo mundial actual. Nos centraremos en África, especialmente en Ghana y Nigeria, pero está claro que se trata de un fenómeno mundial. Examinaremos las implicaciones de una peregrinación a Israel propuesta para ser facilitada por el gobierno de Ghana y sus implicaciones teológicas para una fe que no atribuye ninguna importancia particular a la Jerusalén terrenal, su lugar histórico de origen.

Jerusalén como lugar de intercesión

En 2013 el gobierno de Ghana se enfrentó a  críticas públicas por intentar patrocinar un viaje de este tipo para pastores pentecostales. Una de las razones de la peregrinación que se ofrecieron fue que esos líderes cristianos “intercederían por la nación en relación a sus muchas dificultades socioeconómicas”. El entonces Ministro de Juventud y Deportes de Ghana hizo notar en una declaración pública que:

A lo largo de los años diversas organizaciones cristianas y eclesiales han urgido al gobierno a patrocinar y abordar los diversos obstáculos con que se han encontrado durante sus santos viajes a Israel. Respondiendo a todas estas peticiones el gobierno decidió entonces facilitar y coordinar la peregrinación piloto a Israel para ayudar a abordar algunas de las dificultades con las que los grupos cristianos se habían encontrado en anteriores viajes, lo cual no es nada nuevo ya que el gobierno lo ha venido haciendo para la santa peregrinación musulmana a la Meca… Para ellos la oportunidad de seguir los pasos de Jesucristo y andar donde él anduvo, orar por sus familias, sus iglesias y su país es una oportunidad que no se quieren perder y un evento potencialmente transformador de sus vidas.

La cuestión aquí es que Jerusalén emerge en el imaginario del cristianismo contemporáneo como un lugar de oración efectiva. Cierto número de líderes cristianos señalaron esto como justificación de su petición al gobierno de que patrocinara una peregrinación cristiana a Israel.

Las iglesias, líderes de iglesias y diferentes consejos ecuménicos cristianos respondieron de diferentes maneras, pero la explicación más comúnmente ofrecida por quienes estaban a favor del viaje fue que los cristianos tenían derecho al patrocinio gubernamental en sus peregrinaciones a Israel de la misma manera que los musulmanes lo tenían para ir a la Meca.

En Nigeria hace mucho tiempo que se ha venido reclamando el patrocinio para las peregrinaciones cristianas a Israel en base a la ayuda que los musulmanes reciben para el hayy.

Culto en espíritu y en verdad

Las cuestiones religiosas y teológicas que surgen de esta propuesta están relacionadas con la naturaleza misma del cristianismo. Es una religión que ni privilegia un lugar geográfico en particular como centro de la práctica cristiana ni considera la peregrinación como una expresión de fe esencial. Hay peregrinaciones religiosas en las diversas corrientes del cristianismo, especialmente en el catolicismo, pero Jerusalén no tiene la misma significación que la Meca en el islam.

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En tanto que en el islam la peregrinación constituye uno de los pilares fundamentales de la fe, el cristianismo no tiene ese tipo de centro geográfico recomendado de ritual religioso. De hecho el cristianismo es posiblemente la única religión que se mantiene minoritaria en su lugar de origen. En su encuentro con la mujer de Samaria, Jesús vio que ella intentaba vincular el culto aceptable a Dios con una localidad concreta, incluida Jerusalén. La respuesta de Jesús fue rápida y decisiva:

Créeme, mujer, que se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán ustedes al Padre. Ahora ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación proviene de los judíos. Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad. (Juan 4:21-24).

Meca, escenario original de la revelación del islam, ha mantenido su significación religiosa para todos los musulmanes como lo demuestra la quibla, la dirección hacia la que se dirigen las oraciones. Las directrices de Jesús en cuanto a dónde orar no se refieren a ningún lugar o ubicación geográfica: ‘Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará.’ (Matt 6:6). En este sentido y en relación con la traducibilidad del cristianismo  Andrew F Walls hace notar que ‘los cristianos no tienen una ciudad perdurable, no tienen lugares sagrados permanentes; su Nueva Jerusalén desciende del cielo en el día final’.’1

Jerusalén en el cristianismo

Jerusalén ha sido históricamente más significativa para el cristianismo que cualquier otra ciudad del Cercano Oriente:

  1.  Jerusalén es la ciudad en la que Jesús pasó por los acontecimientos que culminaron en su crucifixión. Jerusalén también vino a ser en la interpretación de Jesús una representación simbólica de todos los males de Israel.
  2. Es la ciudad en la que los discípulos habían de esperar el derramamiento del Espíritu Santo y desde la que había de empezar el testimonio apostólico del evangelio.
  3. En ella están algunos de los lugares más emblemáticos de la fe cristiana.

La referencia a Jerusalén en las Escrituras como “ciudad celestial” le ha dado a su versión terrenal una significación añadida. En lo teológico Jerusalén se ha mantenido en la imaginación cristiana como una réplica del lugar donde los cristianos pasarán la eternidad. Por eso en los funerales cristianos se cantan a menudo himnos como “Jerusalén, mi feliz hogar” indicando el destino, cuando parten de esta vida, de quienes han servido a Dios fielmente:

¡Jerusalén, mi feliz hogar,

nombre que siempre amé!

¿Cuándo acabarán mis esfuerzos,

en gozo, en paz, en ti?

A quienes han tenido la oportunidad de visitar por razones religiosas Jerusalén y ciudades relacionadas con ella les ha servido para dar vida a la Biblia en relación a algunas de sus descripciones del ministerio de Jesucristo.

En el transcurso del debate público en Ghana y Nigeria sobre lo apropiado o no de la propuesta peregrinación cristiana a Jerusalén salió a la luz que algunos cristianos pentecostales/carismáticos incluso habían pedido ser rebautizados en el Jordán cuando estuvieron allá. En sus visitas a Jordania este autor ha presenciado muchos bautismos así de cristianos tanto de EE.UU como de África. Muchos explicaban que el bautismo en el Jordán era más auténtico que su anterior bautismo en otras aguas.

Quienes se inclinan a darle una importancia teológica a la peregrinación a Jerusalén consideran importante institucionalizarla para ponerla al mismo nivel que el hayy islámico.

El cristianismo no tiene una ‘Meca’

Cuando Esteban fue martirizado Jerusalén dejó de ser el centro del cristianismo. Cristo resucitado indicó a los discípulos que el Espíritu Santo prometido se les daría en Jerusalén, desde donde también comenzaría el testimonio cristiano (Hechos 1:4-8). La extensión del evangelio desde Jerusalén habría de comenzar cuando, tras el martirio de Esteban, comenzó una gran persecución contra la iglesia en esa ciudad y ‘todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria’ (Hechos 8:1). A partir de entonces ‘los que se habían dispersado predicaban la palabra por dondequiera que iban’ y Felipe ministraba en Samaria (Hechos 8:4-8).

Andrew F Walls señala que no existe tal cosa como una ‘cultura cristiana’ o una ‘civilización cristiana’ en el mismo sentido en que hay una cultura islámica o una civilización islámica.  El cristianismo ha tenido varias diversas civilizaciones y como dice Walls aún puede tener muchas más. La razón de esto estriba en lo que él llama la ‘infinita traducibilidad de la fe cristiana’.[1]

El principio de la encarnación, Dios traducido en carne, lleva a Jesucristo al meollo de cada cultura. Con ese propósito Dios no privilegia a ninguna cultura ni ninguna localización geográfica donde se le pueda encontrar. Como Jesucristo le dijo a la mujer samaritana, lo único que se requiere de quienes quieran dar culto a Dios su Padre no es que lo hagan en el monte o en Jerusalén, sino ‘en espíritu y en verdad’. Como dice Walls:

Así como la encarnación tuvo lugar en términos de un particular contexto social, así también la traducción usa los términos y relaciones de un contexto específico. La traducción de la Biblia busca liberar la palabra sobre Cristo para que pueda alcanzar a todos los aspectos de un contexto lingüístico y cultural específico, a fin de que Cristo pueda vivir en ese contexto, en las personas de sus seguidores, tan plenamente en casa como lo estuvo en la cultura judía de Palestina en el siglo primero.[2]

Pero algo importante que se ignora en la mayor parte de los debates sobre este tema es la existencia de todo un movimiento  Sionista Cristiano que ha surgido especialmente en el seno del pentecostalismo. El teólogo Católico Carismático Peter Hocken, una importante voz internacional de este movimiento, escribe:

Israel es el terreno de la encarnación. Las relaciones de Dios con el pueblo escogido siempre son reflejo de una relación entre lo particular y lo universal, entre el pueblo escogido y todas las naciones de la tierra, para bien de las cuales los escogidos han sido elegidos.[3]

La idea fundamental es que Israel tiene un pacto con Dios y por eso los que ayuden a procurar el bien de Jerusalén también serán bendecidos. En el Sionismo Cristiano se está desarrollando toda una nueva teología de bendición por asociación.

Conclusión

Mecaizar’ el cristianismo, tratando de poner la importancia de Jerusalén al mismo nivel que el de la Meca para el islam, crea una confusión teológica importante. Las peregrinaciones cristianas pueden hacerse como una parte importante de la renovación personal y comunitaria. Pero las declaraciones de Jesús y la historia de la fe subsiguiente a la resurrección indican que no hay realmente un centro geográfico que haya de ser el foco del encuentro cristiano con Dios.

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En palabras de Pablo a los atenienses, que trataban de domesticar a Dios erigiendo una morada física dedicada a un ‘Dios Desconocido’:  ‘De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios. Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros’ (Hechos 17:26-27).

En otras palabras, Dios es espíritu y quienes quieren darle culto han de hacerlo en espíritu y en verdad. Jerusalén puede ser significativa por alguna razón, pero el cristianismo no tiene ninguna “Piedra Negra” a la que hayamos de acudir para obtener un crédito religioso.

Las visitas a la tierra de la Biblia pueden ser deseables por el valor que tienen, es decir, porque ayudan a las personas a conectar lo que leen con su propia experiencia; pero los cristianos tienen que tener cuidado de no institucionalizar el turismo religioso a Jerusalén de alguna manera que parezca sugerir que es obligatorio para alcanzar la plenitud de vida que Dios nos ofrece en Cristo Jesús nuestro Señor.

Endnotes

  1. Andrew F Walls, The Cross-Cultural Process in Christian History (Maryknoll, NY: Orbis Books, 2002), 30.
  2. Andrew F Walls, The Missionary Movement in Christian History: Studies in the Transmission of Faith (Maryknoll, NY: Orbis Books, 1996), 22.
  3. Ibid., 29.
  4. Peter Hocken, The Challenges of the Pentecostal, Charismatic and Messianic Movements: The Tensions of the Spirit (Surrey, UK: Ashgate, 2009), 110.

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