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Dar Testimonio Del Amor De Cristo A Personas De Otras Confesiones Religiosas

Benjamin A. Kwashi 29 Jul 2010

Nota del editor: El presente Texto Previo para Ciudad del Cabo 2010 fue escrito por Benjamin A. Kwashi como una reseña del tema a debatirse en la sesión Plenaria Matutina sobre “Dar testimonio del amor de Cristo a personas de otras confesiones religiosas”. Los comentarios a este texto realizados a través de la Conversación Global de Lausana serán remitidos al autor y a otras personas para ayudar a dar forma a su presentación final en el Congreso.

INTRODUCCIÓN

Romanos 1: 16-17

Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.

En estos dos versículos Pablo condensa la esencia de su teología y de su forma de vivir.  Recordemos que este hombre extraordinario no solo había sido un no cristiano, sino también un fanático y un activista militante decidido a exterminar a los cristianos y a erradicar totalmente su fe.  Sin embargo, después de su encuentro con Cristo en el camino a Damasco, Pablo fue completamente cambiado, y a partir de entonces, dedicó su vida no a erradicar sino a proclamar el evangelio. Ansiaba predicar a tantas personas como le fuera posible (incluidos los romanos, el poder colonial, despreciados y odiados por muchos de los de su pueblo). En el caso de Pablo, como en el de muchos hoy día, esta es una tarea que requiere valor. Aun así, Pablo destacó que no se avergonzaba del evangelio (comparar Romanos 10:11); por el contrario, este evangelio tiene el poder para cambiar vidas, y también las circunstancias imperantes. Pablo habla a partir de su propia experiencia: él conoce de qué manera una persona que profesa otra fe religiosa puede ser totalmente cambiada y transformada. El evangelio es poder: dinamita (esta es la raíz de la palabra).

Este poder es el poder de Dios obrando para la salvación de todo aquel que cree. Es más que simplemente predicar, más que simplemente hablar. No es un mero anuncio de que un día se concretará la salvación. El evangelio en sí mismo es un poder divino que lleva a la salvación; conduce a la fe y a la acción, y a la restauración de las vidas de personas, de las comunidades y del ambiente.

Esta salvación está disponible para todos, cualquiera sea su tribu, raza, nación y confesión religiosa. Quienes la aceptan entran en una relación con Dios y procuran vivir a la altura de sus normas, de la manera de vivir que Él establece y de acuerdo con su rectitud en este mundo. Se trata de la rectitud que produce santidad, verdad y justicia. Sin embargo, esta rectitud no puede alcanzarse guardando la ley sino únicamente por fe.

Dios creó los cielos, la tierra y todas las personas que hay en ellos, lo que significa que todas las personas que sostienen creencias religiosas distintas también fueron creadas por Dios. Hay quienes, hoy día, aún no han tenido la oportunidad de oír el evangelio, hay quienes lo han oído pero se han apartado y otros ni siquiera están interesados. Sin embargo, nosotros hemos oído el evangelio y nos hemos consagrado a seguir a Cristo. Una de las muchas implicaciones de esto es que debemos vivir juntos con otros hermanos y hermanas creados por Dios (ya sea que crean en Él o no). Al reconocer el hecho que muchos no creen en Jesucristo o oque solo tienen una fe nominal o parcial en Él, debemos procurar, en obediencia a Cristo, llevarlos a conocer, amar y servir al Aquél a quien tenemos el privilegio de conocer como Señor, Maestro, Salvador y Redentor. El poder del evangelio del Señor Jesucristo debe verse en nuestra vida de modo que aun sin decir palabra, las personas de otras confesiones religiosas sean vean desafiadas por nuestra vida y sorprendidas por nuestra perseverancia.

Existen aquí tres factores vitales que debemos destacar:

  1. El evangelio para todo el mundo
  2. El poder del evangelio
  3. El efecto eterno del evangelio

A. EL EVANGELIO PARA TODO EL MUNDO

Al pie de la cruz no hay favoritismo. Vivir para Cristo es vivir para los demás, para todos los demás. Es una entrega de servicio; es misión; es una total dedicación y consagración a Cristo y a la obediencia a Él. Si como cristianos deseamos llevar a otros a Cristo, establecer el reino de verdad y de rectitud en la sociedad y finalmente obtener vida eterna, la única manera de vivir es rendirnos a Cristo, morir al yo y vivir para servir a los demás. Esta clase de vida será la que inicie el avivamiento en la familia, y que produzca la transformación en la comunidad y la renovación dondequiera que se encuentre este tipo de siervo de Jesucristo. Los misioneros antiguos son grandes ejemplos de esto. Más allá de cuál fuera la oposición, de cuán aterrador pareciera el juju(1), de cuán arraigada estuviera la tradición, de cuál pudiera ser el costo, continuaban viviendo y enseñando sin temor y denodadamente, de tal manera que las personas de todas las confesiones religiosas o que no profesaban fe alguna pudieran ver los efectos transformadores del evangelio.  El evangelio se vivía ante los ojos de todo el mundo, jóvenes y ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres, y personas de toda raza, lengua, tribu y nación. El evangelio es para todos y debemos atrevernos a hacer que llegue a todos.

B. EL PODER DEL EVANGELIO

El evangelio es poderoso, como lo demostraron la muerte y resurrección de Jesucristo. Como resultado de ese solo evento vemos la derrota final de Satanás y de todos los poderes del infierno, del pecado, de la muerte y de la maldad.  Por lo tanto, no sirve de nada someterse o rendirse al diablo en cualquier punto de la vida o del tiempo porque él y todos sus poderes han sido derrotados por Jesucristo. Esta es la razón por la cual el evangelio es sumamente poderoso. Sin embargo, debemos tener en cuenta tres cosas:

  1. Requiere un esfuerzo determinado y acumulativo de continuar predicando la palabra de Dios hasta que la verdad acerca de la manera de vivir y obedecer la palabra de Dios sea aprendida, aceptada y obedecida. Debemos ser canales por medio de los cuales pueda obrar el poder de Dios, y tales canales no deben verse bloqueados por la holgazanería, el egoísmo, la infidelidad ni cualquier otro tipo de pecado.
  2. En segundo lugar, el evangelio debe vivirse con infatigable constancia en el servicio a Dios, a la comunidad y a todas las personas. Debemos mostrar por el ejemplo en las cosas pequeñas y grandes, en todo lugar y todo tiempo, lo que significa dar a conocer y vivir de manera práctica el evangelio.
  3. En tercer lugar, debemos ser diligentes, procurando fielmente vivir como cristianos que en verdad creen el evangelio. Debemos poner en práctica nuestra fe en todo lo que hacemos para llevar gloria a Dios en todo y bendecir a quienes se encuentran a nuestro alrededor.

Éste es el privilegio y éste es el costo de vivir según el poder del evangelio.

C. El EFECTO ETERNO DEL EVANGELIO

El evangelio llama a cada persona a tomar una decisión que determinará su destino eterno. Tomar esta decisión debe llevar la vida del creyente a conformarse a las verdades eternas de Dios, de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo. La suma de las palabras de Dios es la verdad, y sus rectos juicios permanecen para siempre (Ver Salmos 119:160, NVI).

De manera que todo aquel que recibe y cree el evangelio debe hablar la verdad en todo momento, a todas las personas, y debe hacerlo con amor. Vivir en la verdad es también insistir en la defensa de la justicia para los oprimidos y hacer justicia a todas las personas sin importar cuál sea su raza, religión, nacionalidad o género. Es importante destacar que es el poder del evangelio el que manifiesta la justicia de Dios en nosotros y también nos da el poder para vivir una vida de rectitud de tal manera que aun los no creyentes reconozcan que la rectitud es practicada por los que creen en el evangelio. Los que no creen en el evangelio entienden perfectamente cuando ven a personas que practican la justicia y viven vidas santas.

Dar testimonio del evangelio de esta manera significa morir al yo y vivir para Cristo.  Vivir de esta manera tiene recompensa en la tierra también recompensa eterna en el cielo, mientras que negarnos a morir a nuestro yo no tiene recompensa ni en el cielo ni en la tierra.

CONCLUSIÓN

Quienes llevan el mensaje del evangelio no siempre serán bienvenidos; podrá haber intimidación, humillación y sufrimiento. San Pablo conocía bien todo esto, pero se negó a darse por vencido. Fue en busca de las personas de todas las confesiones religiosas: de los judíos, de los adoradores de ídolos paganos y de quienes servían “AL DIOS NO CONOCIDO”. Siempre, bajo todas las circunstancias, su preocupación, su meta, su razón de vivir fue “proseguir” con este evangelio (Filipenses 3:12), el evangelio que lo había cautivado y transformado tanto que sabía que nadie quedaba fuera del alcance de su poder.

Este es el poder que se nos ha entregado en nuestras manos y en nuestro corazón hoy. Dar testimonio del amor de Cristo a personas de otras confesiones religiosas no se trata básicamente de un debate académico, de un debate de mesa redonda ni de un bombardeo mediático. Se trata simplemente de vivir el evangelio de Cristo con el poder del Espíritu Santo día por día, de manera que otros vean, sean cambiados y se sorprendan.

Esto es así porque en todo momento y lugar en que se viva verdaderamente el evangelio DEBE haber un cambio de conducta, modales y carácter; debe traer cambios en la salud, el medio ambiente, la educación y la economía; debe producir progreso y desarrollo para las personas y tomar la iniciativa en cuanto a la vida comunitaria y en la conducta a favor de la paz y la justicia. Solo el evangelio tiene la capacidad de llevar a las personas de todas las razas, tribus y nacionalidades a vivir en paz y trabajar juntas en armonía por el bien común. El evangelio (si es verdaderamente eso lo que se está proclamando) sin duda producirá vida, luz y crecimiento; por causa del evangelio, se edificarán las bases para la construcción de la vida comunitaria y para el cuidado del medio ambiente. Al mismo tiempo, el poder del evangelio luchará contra todas las formas de deshumanización o degradación.

¡Esto no es solo la responsabilidad de obispos y sacerdotes! Es el llamado de Dios a todos los cristianos, jóvenes y ancianos, educados y analfabetos, ricos y pobres; todos estamos llamados a vivir vidas transformadas y transformadoras, cautivadas, capacitadas y constantemente estimuladas por el poder del evangelio. El camino podrá presentarse difícil y los resultados quizá parezcan pobres, pero un día, quizá al cabo de muchos años, habrá un nuevo amanecer y alguien dirá: ¡Sí, Cristo pasó por aquí! ¡Levantémonos nosotros también y sigámoslo!

© The Lausanne Movement 2010

  1. Nota del editor: Objeto al cual se le atribuyen poderes sobrenaturales o mágicos.

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