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IV (1) Los ‘no alcanzados’

Federico Bertuzzi 06 Sep 2013

Cuando nuestras Biblias utilizan las palabras “pueblos”, “naciones” o “gentiles”, por lo general las traducen del griego ethné, que transliterado es “etnia”.

INTRODUCCIÓN

Desde hace un tiempo se está denominando “no alcanzados”, “menos alcanzados” o “inalcanzados”[1]a las personas, pueblos o etnias que poca o ninguna posibilidad han tenido de oír una presentación clara del evangelio redentor de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. La iglesia no puede ignorarlos ni olvidarse de ellos si quiere ser fiel a la missio Dei recibida. En las congregaciones e instituciones que han incorporado una actividad dirigida a los “no alcanzados” se han producido cambios importantes —todos positivos—, que afectaron la espiritualidad, las vocaciones, el programa, las actividades, ¡y el presupuesto!

Se podría suponer que esto de los “no alcanzados” es cuestión de una moda pasajera, o de un énfasis que nos viene desde un contexto que no es el nuestro, pero no es así. Es algo tan antiguo como la Biblia misma, y por ello queremos en primer término rastrear en sus páginas algunos antecedentes, si bien es cierto que, valga la aclaración, no encontraremos la expresión como tal, sino el pleno concepto.

EL MAYOR DE LOS MISIONEROS Y TEÓLOGOS

No creo que estemos exagerando si afirmamos que Pablo puede ser considerado el más grande de los teólogos y misioneros de la cristiandad. Nos estamos refiriendo con ello al tremendo impacto que su conversión, ministerio y escritos produjeron, no solo en su tiempo, sino a lo largo de la historia. Pero, ¿qué fue él primordialmente? ¿Teólogo o misionero? ¿O ambas cosas a la vez? En él se dio una “extraña” combinación —no muy frecuente de hallar en nuestros días— en la que se conjugaban, equilibradamente, alta capacidad intelectual con apasionado corazón.

Oriundo de Tarso, educado religiosamente “a los pies de Gamaliel”, en Jerusalén (Hechos 22.3), su vida cambió drásticamente en camino a Damasco. De acérrimo perseguidor a los “del Camino” se convirtió en fervoroso propagador del “Camino”. Comenzó su carrera ministerial ni bien bautizado en Damasco, la continuó entre sus compatriotas en Tierra Santa, luego entre los que estaban esparcidos por la diáspora y —finalmente—, entre los gentiles de gran parte del Imperio Romano.
Pablo entendió que a su pueblo le cupo el enorme privilegio de experimentar el poder salvífico del evangelio “primeramente”(Romanos 1.16). Y este fue el enfoque inicial que tuvo su ministerio, hasta que llegó a Antioquía de Pisidia, en ocasión de su primer viaje misionero, cuando ese enfoque fue ampliado sustancialmente. A partir del episodio vivido con sus congéneres —quienes lo rechazaron en dicha ciudad—, puso proa a los no judíos (Hechos 13.46-47), con lo que llegaría a ser conocido como el emblemático y gran “apóstol a los gentiles”.

APÓSTOL A LOS NO ALCANZADOS

Tal giro en su enfoque ministerial —de uno que apuntaba a la evangelización de los judíos, monoteístas, a otro que lo hacía a los gentiles, politeístas, es decir, dos cosmovisiones completamente diferentes e irreconciliables—, no obedeció a un cambio de estrategia ni a razones de conveniencia humana. Se trataba, pues, de una cuestión de llamado divino. Efectivamente, ya en Damasco, al momento de haberse convertido y recibido la llenura del Espíritu Santo, Ananías le comunicó por revelación que llevaría el Nombre de Cristo “a las naciones” (Hechos 9.15). Años después sostiene que, incluso mucho antes de su conversión, cuando todavía se estaba gestando en el vientre materno, Dios lo había apartado para que “lo predicara entre los gentiles” (Gálatas 1.15).
Cuando mantuvo un encuentro con los líderes top de la iglesia en Jerusalén (Santiago, Pedro y Juan), afirmó que los tres, “que eran considerados como columnas” de la iglesia, tenían un ministerio enfocado particularmente a “la circuncisión” (los judíos), mientras que el suyo apuntaba a “la incircuncisión” (los gentiles). Dicho encuentro puso de relieve que habiendo diversidad de vocaciones, se puede (y debe) llegar al punto de la aceptación y el respeto mutuo, y gozoso entre colegas (Gálatas 2.7-9).

LO QUE COSTÓ ATRAVESAR LA BARRERA

Franquear la barrera que separaba a los judíos de los gentiles no fue asunto fácil en aquellos tiempos. Siglos de prejuicios y odios los mantenían separados. Había para eso razones históricas, ya que los gentiles los venían sometiendo política, económica y militarmente desde largas generaciones. Asirios, caldeos, medos, persas, griegos y romanos se habían sucedido, uno tras otro, adueñándose de su territorio y sojuzgándolos cruelmente.
Pero había también razones religiosas para mantenerlos distanciados. Los judíos eran los depositarios de la revelación del Dios único y verdadero, y de su perfecta Ley, ¿cómo habrían de contaminarse con pueblos y culturas que tenían abominables prácticas idolátricas, ocultistas, sexuales? Por más que  geográficamente convivían en un territorio en común, existía una pared que los separaba; una pared psicológica, emocional, llena de prejuicios ancestrales.[2]
Lo que costó derrumbar esa pared, queda ejemplificado en el caso de un hombre de la talla del apóstol Pedro, cuando “tuvo que ir” a predicar a la casa de Cornelio. Ni él estuvo exento de los fuertes prejuicios ni del etnocentrismo que caracterizaba a los judíos. Con un solo “mata y come” no fue suficiente para que depusiera su actitud y fuera a evangelizar a un gentil para que se salvara. ¡Fue necesario que tres veces se le repitiera la orden! Y cuando finalmente —compelido por las circunstancias sobrenaturales del éxtasis que tuvo, sumado a la aparición angelical a Cornelio—, llegó a la casa del militar y entró, no pudo evitar de tener que confesar lo “muy repugnante” que le resultaba, como judío, juntarse con un gentil (Hechos 10.28). Así pues, les predicó, ellos recibieron el Espíritu Santo y se convirtieron. ¿Y qué pasó con los acompañantes? Se quedaron “atónitos” al presenciar que se había repetido lo que jamás pensaron que podría darse también entre los gentiles (v. 45-46). Y para más, al regresar a Jerusalén, en vez de alegrarse todos por la brecha que se acababa de abrir en la misión a la gentilidad, los legalistas no pudieron con su genio, y le salieron al cruce a Pedro, recriminándolo por haberse pasado de la raya al haber tenido comunión con gentiles (Hechos 11.2-3).[3]

LOS NO ALCANZADOS EN LA MIRA

Volviendo al apóstol Pablo y su vocación misionera a los gentiles, cuando escribe a la iglesia en Roma, argumenta detenidamente las razones bíblicas por las que él sostenía tal enfoque.[4]
En Romanos 15 cita literalmente 4 textos del Antiguo Testamento tomados del Pentateuco, el Salterio y los Profetas: V. 9: “Por eso te alabaré en medio de las naciones” (2 Samuel 22.50; Salmos 18.49). V. 10: “Alegraos, naciones” (Deuteronomio 32.43). V. 11: “Alabad al Señor todas las naciones, que todos los pueblos celebren su grandeza” (Salmos 117.1). V. 12: “En él [Cristo] pondrán las naciones su esperanza” (Isaías 11.10).
Cuando nuestras Biblias utilizan las palabras “pueblos”, “naciones” o “gentiles”, por lo general las traducen del griego ethné, que transliterado es “etnia”.Esta expresión ocurre 52 veces en el Nuevo Testamento, y su significado puede ser, según el contexto: nación, pueblo, raza, gentil, pagano, no judío, incircunciso, ateo. Eran los “no alcanzados” de entonces. La nomenclatura puede cambiar con el tiempo, pero lo importante es que el concepto de fondo se comprenda y preserve. Son los pueblos que, a diferencia del privilegio que le cupo al pueblo judío, eran ajenos totalmente a “la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la Ley, el culto y las promesas” (Romanos 9.4). En su argumentación, Pablo expresa que no habían quedado olvidados, sino que por el contrario, estaban contemplados en los planes salvíficos del Creador. Deberían llegar a conocer al Dios verdadero, alabarlo, alegrase en Él, y tener puesta su esperanza en el Mesías venidero. En una palabra: ¡participar con el Israel espiritual de las mismas bendiciones inconmensurables en Cristo Jesús!
En su doxología final, hace una última referencia a las naciones (etnias). Señala que en el pasado el misterio del evangelio había permanecido oculto, pero que se había producido un cambio en la economía divina, y “ahora”, por mandamiento del Dios eterno debía darse “a conocer a todas las naciones para que obedezcan a la fe” (Romanos 16.26). Y el misionero Pablo, contra viento y marea, puso todo su empeño para que este propósito supremo se cumpliera. Fue esta la razón que lo movió a predicar el evangelio “no donde Cristo ya hubiera sido anunciado” (15.20) y ”en los lugares más allá de vosotros” (2 Corintios 10.16).

TEMPLO ABIERTO PARA LOS NO ALCANZADOS

Pablo, como hemos visto, encontró en textos del Antiguo Testamento, el necesario sustento bíblico para encarar la misión hacia los no alcanzados. La extensión de este artículo no nos permite hacer referencia a otros tantos pasajes veterotestamentarios que podrían citarse, pero haremos alusión a uno más, que es de mayor trascendencia. Cuando el rey Salomón dedicó el Templo que había construido, elevó al Señor una extensa oración, en la que hizo mención a distintas circunstancias por las que el pueblo podría atravesar, reclamando para cada una de ellas la intervención divina. En una de ellas hizo, precisamente, referencia a los no alcanzados: “Asimismo el extranjero, que no es de tu pueblo Israel y viene de lejanas tierras a causa de tu nombre […] y llega a orar a esta casa, tú le oirás en los cielos, en el lugar de tu morada, y harás conforme a todo aquello por lo cual el extranjero haya clamado a ti, para que todos los pueblos de la tierra conozcan tu nombre y te teman” (1 Reyes 8.41-43).
Desde su comienzo, quedaba claro que el Templo debería estar abierto a judíos y gentiles, de manera que si estos últimos acudían al mismo en búsqueda de la verdad, la pudieran encontrar, y ser partícipes con Israel del culto y la adoración al Dios único y verdadero.
Con el paso del tiempo, sin embargo, esta visión amplia e irrestricta se fue diluyendo paulatinamente, y terminó siendo reemplazada por un marcado sentimiento etnocentrista y de creerse los custodios de un santuario que no debía contaminarse con los extranjeros. ¡Nada más apartado de su designio original! Esa fue una de las razones por las que nuestro Señor Jesús limpió el Templo,[5] y por la que Pablo, más adelante, perdió su libertad, ¡y casi la vida![6]

PIONEROS A LO LARGO DE LA HISTORIA

La misión con enfoque “pionero” ha existido en el cristianismo, particularmente en tiempos de avivamiento. La consideración del estado de perdición en que se encuentran multitudes de almas inmortales en los denominados campos “vírgenes”, o de “más allá”, o “aún no tocados”, ha inflamado el celo misionero de muchos para aventurarse a nuevos y arriesgados desafíos.
La tradición nos dice que los apóstoles del primer siglo murieron (fueron martirizados) en su empeño evangelizador en otras naciones adonde habían ido a predicar. En los siglos siguientes los misioneros llevaron las buenas nuevas a regiones nunca antes penetradas. Lo hicieron los católicos en las Américas a partir de la Conquista del siglo XV, y algo más tarde también los protestantes. Gracias a los esfuerzos de los anglosajones en el último siglo, podemos reconocer con gratitud, que muchos en Iberoamérica llegamos a conocer, amar y servir a nuestro Salvador Jesús.

En 1792 Guillermo Carey —un joven pastor, a la sazón zapatero remendón—, pronunció un mensaje en una pequeña reunión de la asociación de pastores bautistas de un olvidado pueblo del interior de Gran Bretaña, que haría historia.
La publicación de su pequeño libro con un largo título: Una investigación acerca de la obligación que tienen los cristianos de usar medios para la conversión de los paganos, en la cual se considera el estado religioso de las diferentes naciones del mundo, el éxito de emprendimientos anteriores y la practicabilidad de emprendimientos futuros, marcaría su impronta en el trabajo de la iglesia durante los siguientes 200 años, elevando a Carey al pedestal de padre de las misiones modernas.
En dicho libro hizo primero un alegato bíblico procurando despertar a una iglesia adormecida, para luego detallar magistralmente toda la información que había recopilado, conteniendo datos estadísticos, geográficos, religiosos y evangelísticos, país por país de todo el mundo, incluyendo numerosas islas.[7] El énfasis de Carey apuntaba a los “paganos”, y ese fue el término más frecuente para referirse a los no alcanzados de su tiempo.[8]

DESARROLLO CONTEMPORÁNEO DEL CONCEPTO

Cuando la meta se diluye o se la reemplaza por otra que no es legítima, se hace necesario un trompetazo que espabile a una iglesia complaciente y ensimismada. De tanto en tanto, esto es necesario que ocurra; es bueno para la salud espiritual, y es bueno para el cumplimiento de la misión.
En tiempos más recientes, en el primer congreso de Lausana, Suiza, en 1974, se oyó un doble trompetazo que resonó, estridente, en el protestantismo: el de la misión integral y el de la misión pionera. En cuanto a esta última, se habló de los pueblos “ocultos”, que pasaban inadvertidos ante los ojos de la iglesia. Se comenzó una búsqueda, localización, y contabilización de ellos, surgiendo así diversos ministerios que se especializaron con tal propósito, mayormente en el ambiente anglosajón de Gran Bretaña y los Estados Unidos.[9] En Iberoamérica el concepto de los pueblos no alcanzados fue ampliamente difundido por Comibam Internacional y el plan Adopte un Pueblo.[10]

Para realizar el relevo se recurrió al auxilio de las ciencias sociales, la antropología, la lingüística, además de la geografía. No siempre fue fácil reconciliar los datos y aplicar criterios uniformes de indexación. Algunas de las primeras cifras de pueblos no alcanzados que se habían identificado daban cuenta de una cantidad de 16.500, otras bajaban a 12.000, luego otras a 3.000, prestándose al debate según las diferentes métricas que se aplicaban. También se popularizó el encuadramiento de la “ventana 10/40”, aquel rectángulo en el planisferio que abarca desde el África Occidental hasta el Lejano Oriente, comprendido entre los paralelos 10 y 40 de latitud norte, donde se encuentran no solo los pueblos menos alcanzados, sino también los más pobres, los más oprimidos. La escala de Engel fue, asimismo, una manera de precisar en qué punto se encuentra un grupo humano determinado con respecto al conocimiento de Jesucristo.[11]

Conforme se presentaban diversos énfasis (algunos exagerados) o se propugnaban criterios reduccionistas de la misión, el debate se acaloraba. No podía —¡no debía!— la misión de la iglesia circunscribirse a un limitado ámbito geográfico o étnico, ni quedar atrapada en una mera comunicación verbal, sin hacerse eco de las angustiosas necesidades materiales, sociales y estructurales en que millones se hallan sumidos. Había que atacar ambos frentes a la vez: el cercano y el lejano; el espiritual y el material.
El debate no ha acabado, pero mientras tanto, los rostros y los atuendos típicos de personas que hasta hace poco nos resultaban exóticos —hinduistas, musulmanes, animistas, budistas, agnósticos— se han acercado a nuestras congregaciones, y aunque estas aún no sean muchas, nos hemos venido familiarizando con ellos, los no alcanzados, de forma tal de tenerlos incluidos en las oraciones a su favor, y afectando los presupuestos y demás esfuerzos por alcanzarlos con el amor del Redentor.

¿CAÑONES DE CORTO O LARGO ALCANCE?

Quizás pueda pensarse que un enfoque orientado a regiones distantes va en desmedro de lo que se precisa a nivel local. No tiene porqué serlo. Por el contrario, lo inverso es lo que suele acontecer, acorde a los principios espirituales que rigen en el Reino de Dios. Tanto más lejos se apunte y llegue, más se logrará a nivel local.
Si se me permite, quisiera ilustrarlo con lo que aconteció durante la guerra de las Malvinas, en 1982. Mientras la flota británica se dirigía hacia el Atlántico Sur, la Argentina pertrechó las islas con material bélico transportado desde el continente. Cuando el teatro de operaciones se abrió y comenzaron las hostilidades, los cañones argentinos, herrumbrados y obsoletos, no alcanzaron con el fuego de artillería ni 5 kilómetros de distancia, en cambio el de los británicos, de última generación, ¡podían cubrir hasta 20 kilómetros! Después de 2 meses de combates y cerca de un millar de muertos, la Argentina perdió una guerra —no declarada—, que nunca debió ser.
Cuando un cañón alcanza 20 kilómetros, por lógica puede hacerlo también a 5, 10 y 15 kilómetros, pero no a la inversa. Si solo llega a 5 kilómetros, nunca llegará a 10, 15 o 20 kilómetros. ¡Procuremos que nuestra artillería llegue tan lejos como podamos, ya que lo cercano también va a ser alcanzado con naturalidad!

DISPONIBILIDAD DE MEDIOS

No es necesario que viajemos al África, la India o China para dar con un “no alcanzado” —dirá alguno—; bastará con cruzar la calzada para encontrarnos con nuestro vecino de frente de casa, que probablemente, nunca haya escuchado una presentación clara del evangelio, viviendo toda la vida aquí, ¡en una España y una Europa que se dicen “cristianas”!
Pero, ¿cabe el uso de la expresión “no alcanzado” para un caso como este? Que nuestro vecino no sea salvo es una triste realidad, así como el hecho de que nadie se le haya acercado y compartido las buenas nuevas. Pero nos preguntamos:

¿estaba disponible el evangelio para él? ¡Sí que lo estaba! Dentro de su contexto disponía de “medios” suficientes a través de los cuales hubiera podido hallar el Camino, de solo quererlo. Estos medios —a los que Carey hacía alusión hace dos siglos— son todos aquellos elementos, personas o circunstancias que, providencialmente, pueden conducir a un pecador hacia el Autor de la salvación. Puede que se trate de un vecino o compañero de trabajo cristiano, una librería donde comprar una Biblia, un programa evangélico que se emite por radio o televisión, una reunión al aire libre, una iglesia a la vuelta de la esquina, un folleto evangelístico encontrado en el buzón, etc.
El carcelero de Filipo, cuando preguntó: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” obtuvo la respuesta acertada: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”. Hizo lo que se le indicó y toda aquella familia fue salva (Hechos 16.30-31). Él tuvo a su lado, afortunadamente, a quien preguntarle, pero qué de los incontables millones de almas que viven en zonas del mundo donde por más que busquen el camino de la salvación, no lo encontrarán, porque nadie de su barrio, pueblo o etnia se lo podrá indicar. No hay quien sepa nada de Jesús. Sin iglesia ni librería cristiana ni programa de radio o televisión, están desprovistos de medios que les puedan anunciar que Jesús es el único y suficiente salvador. Oswald Smith se preguntaba hace años: “¿Por qué alguien ha de escuchar el evangelio dos veces antes de que todos lo hayan escuchado una vez?”[12]
¿Cuál es, pues, la diferencia entre nuestro vecino cercano y aquel no alcanzado lejano? Es una diferencia sustancial: ¡que uno vive donde el evangelio está disponible y el otro no!El que es, realmente, un no alcanzado, no dispone de medios en su entorno que le puedan dar cuenta de las buenas nuevas, ni él las podrá encontrar, por más que las busque. Es lo que acontece con numerosos grupos humanos en partes del mundo donde aún la Luz no ha llegado. Y por lo que hemos considerado, no deberíamos olvidarnos de ellos, sino procurar de que estén incluidos en nuestros emprendimientos evangelizadores.

INMIGRANTES ENTRE NOSOTROS

Pensemos por un momento en los numerosos inmigrantes que conviven entre nosotros. En la Gran Comisión impartida por nuestro Señor Jesucristo se nos mandó ir a todas las naciones (etnias). Pero si hemos sido remisos en obedecerle, ¿no sería posible interpretar que Él, conforme a su soberana e infinita misericordia, nos las manda ante nuestras propias puertas?Si fallamos una vez, ¡no fallemos otra! No están aquí por casualidad sino movidas por un propósito divino.
Ya en el siglo IV decía Pablo Orosio (385-420 d.C.), un español, discípulo de san Agustín: “Si solo por esto los bárbaros fueron enviados dentro de las fronteras romanas, para que por todo el Oriente y el Occidente la iglesia de Cristo se llenase de hunos y suevos, de vándalos y borgoñones, de diversos e innumerables pueblos de creyentes, loada y exaltada ha de ser la misericordia de Dios porque han llegado al conocimiento de la verdad tantas naciones que no hubieran podido hacerlo sin esta ocasión, aunque esto sea mediante nuestra propia destrucción”.[13]

CONCLUSIÓN

Hemos visto que los no alcanzados (o como se los quiera denominar) han estado incluidos en los planes redentores del Altísimo desde los albores de la Humanidad. Por lo tanto, nosotros, a quienes nos ha tocado vivir el fin de los tiempos, no deberíamos ignorarlos ni soslayarlos. Muy por el contrario, ellos deberían estar presentes en nuestras oraciones, ser motivo de nuestras reflexiones, y formar parte infaltable de nuestra práctica misionera.
Se calcula que hay actualmente en el mundo aproximadamente 2.000 millones de personas no alcanzadas con el evangelio, repartidas entre 2.200 grupos etnolingüísticos diferentes.[14] Sería de desear que nuestras iglesias y organizaciones evangélicas los tuvieran en la mira, y se comprometieran a dar los pasos necesarios para evangelizarlos, y que como resultado del esfuerzo, nazcan nuevas iglesias donde se alabe al Cordero que fue inmolado. Disponemos de recursos humanos y materiales para acometer la tarea, y sobre todo, ¡con el poder del Espíritu Santo, verdadero impulsor de la gesta misionera de todos los tiempos!
Es verdad, que como dice el refrán, “la caridad bien entendida comienza por casa”— si no lo hemos hecho aún—, comencemos por los más cercanos, pero no nos olvidemos de los más distantes. Actuemos simultáneamente en los cuatro frentes: el local, el provincial, el nacional, y el mundial, tal como se nos encomendó en la Gran Comisión: “Tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hechos 1.8, NVI).[15]

ENLACES RECOMENDADOS

www.ad2000.org
www.alcanceunaetnia.org
www.atodalengua.org
www.comibam.org
www.es.etnopedia.org
www.ethne.org
www.ethnologue.com
www.gmi.org/ow
www.imb.org
www.internationalbulletin.org
www.joshuaproject.net
www.lacwm.org
www.misiopedia.net
www.musulmania.com
www.recursosmisioneros.com
www.wycliffe.proel.org

NOTAS

[1]No confundir con “inalcanzables”, expresión que ocasional y erróneamente algunos han utilizado, que cierra las posibilidades de alcanzarlos, todo lo contrario de lo que se pretende lograr.
[2]Es de notar que tras largos siglos de apostasía, al regreso del exilio (babilónico) nunca más volvieron a caer en las prácticas idolátricas y politeístas de antes. [3]Pedro había usado por primera vez las prometidas “llaves del reino de los cielos” (Mateo 16.19), para abrir la puerta de la salvación a los judíos, cuando predicó en Jerusalén en el día de Pentecostés (Hechos 2). Las volvió a usar por segunda vez, para abrir la puerta de la salvación a los gentiles, cuando predicó al gentil Cornelio, en Cesarea (Hechos 10). Esta fue la primera escaramuza evangelística a un no judío, y fue Pedro quien tuvo dicho privilegio, aunque, en realidad, el verdadero artífice de la gesta misionera de la iglesia apostólica no fue él sino que llegaría a serlo Pablo.
[4]Excede al propósito de este artículo, pero válganos mencionar que por mucho tiempo se ha considerado a la epístola a los Romanos como el mayor legado “teológico” que nos dejó el apóstol Pablo. Sin embargo, poca atención se le ha prestado al hecho de que más que “teológica”, se trata de una epístola eminentemente “misionológica”. El apóstol estaba preparando a una iglesia que él mismo no conocía, haciéndola partícipe de sus planes misioneros; es decir que, con su apoyo en la ciudad capital, él pudiera proseguir hacia España, en los confines más occidentales del Imperio Romano. Así lo expresa en el v. 15.24: “ser encaminado hacia allá [España] por vosotros”, donde “encaminar” es una traducción del gr. propémpo, que significa: enviar adelante, hacer llegar, proveer lo necesario para un viaje, acompañar, escoltar.
[5]No podemos ignorar que cuando Jesús limpió el Templo estaba no solo restituyendo la santidad que se había perdido por un uso mercantilista que le habían dado (“cueva de ladrones”), sino que también quiso restituir el propósito original (“casa de oración para todas las naciones”), cosa que habían bloqueado con el tapial (gr.: soreg), levantado a fin de impedir que los no judíos avanzasen más allá del patio de los gentiles (ver Marcos 11.15-17).
[6]De no ser por la rápida intervención de los militares romanos, Pablo hubiera sido prácticamente linchado por la enfurecida turba judía, acusado de haber cometido el crimen imperdonable de profanar el Templo, porque pensaron que había entrado acompañado de un gentil al lugar prohibido para ellos (ver Hechos 21.27-32).
[7]Es llamativo destacar que de las 87 páginas que componen su obra, 23 de ellas, es decir un 27% de la misma, se dedican a exponer esos datos de manera tabulada. La versión completa, traducida al castellano, puede descargarse gratuitamente desde el sitio: www/recursosmisioneros.com/resources/una_investigacion.pdf. [8]Pagano: DRAE (del lat. pagānus, aldeano, de pagus, aldea, pago, que en lat. eclesiástico adquirió el significado de gentil por la resistencia del medio rural a la cristianización). 1. adj. Se dice de los idólatras y politeístas, especialmente de los antiguos griegos y romanos. 2. adj. Se dice de todo infiel no bautizado. [9]Mencionamos, por ejemplo, las siguientes organizaciones: Visión Mundial, Centro Estadounidense de Misiones Mundiales, Adopt a People Clearing House, Global Mapping International, World Christian Database, Movimiento AD 2000, Joshua Project, Junta de Misiones Internacionales de la Convención Bautista del Sur, Centro para el Estudio del Cristianismo Global del Seminario Teológico Gordon- Conwell; y las publicaciones Operación Mundo, World Christian Encyclopedia, International Bulletin of Missionary Research, entre otras.
[10]En COMIBAM 87, el primer congreso, celebrado en San Pablo, Brasil, Iberoamérica asumía el compromiso de constituirse en “fuerza” misionera, con un enfoque mundial, dando preferencia a los pueblos no alcanzados. En 1992 se elaboró en Costa Rica el plan Adopte un Pueblo (rebautizado posteriormente como Alcance una Etnia), a través del cual se focalizó en 3.000 pueblos no alcanzados, distribuyendo la tarea de evangelizarlos en forma proporcional al tamaño de la población evangélica de cada uno de los países de Iberoamérica.

[11]La escala de Engel parte de un valor 7 negativo (quienes no conocen absolutamente nada del evangelio), pasando por un valor cero (cuando experimentan la conversión a Cristo), y llegando a un valor 3 positivo (cuando se integran y participan activamente en una congregación local).
[12]Ver cap. 4, pp. 49-62, en Oswald Smith, Pasión por las almas, Editorial Clie, Barcelona, 2006, 176 pp.
[13]Tomado de Historia de las misiones, Justo González, La Aurora, Buenos Aires, 1970, p. 87.
[14]Ver Gina Bellofatto y Todd Johnson en “Key Finding of Christianity in Its Global Context (1970-2020)”, en International Bulletin of Missionary Research, Vol. 37, No 3, 2013.
[15]Comúnmente se le ha dado a este versículo una lectura secuencial, es decir, que se debe pasar de una instancia geográfica a la otra, a medida que se vaya completando la anterior. Pero el énfasis en el griego da pie para interpretar que la misión se debe encarar simultáneamente, tal como diversas traducciones bíblicas lo reflejan: “tanto en… como en…”, “no solo en… sino también en…”.

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