Teología de la prosperidad: una evaluación (mayormente) sociológica

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Introducción

Escribo como sociólogo de la religión y no como teólogo. Además, sospecho que he sido invitado a participar de esta consulta como una especie de “abogado del diablo”… pero cuando hable por el “diablo” y por mí, ¡el lector tendrá que hacer las distinciones por su cuenta!

Sin embargo, mi tarea es distinta a la que desempeña un “abogado del diablo” en, por ejemplo, el proceso católico de canonización de antaño. En tal contexto dicha persona debía mostrar que el candidato para la beatificación no había sido tan bueno como la gente pensaba. Tenía que hurgar en la suciedad. En mi caso, debo hacer lo contrario: mostrar que la teología de la prosperidad no es tan mala como mucha gente piensa.

Para dicha tarea, el “diablo” de nuestro tema cuenta con algunas cartas ganadoras debido a la ironía elemental de gran parte de las ciencias sociales. La mayoría de las consecuencias sociales de las acciones humanas no son intencionales y la mayoría de las ideas se transforman al ser “encarnadas” por portadores sociales (como debe ser, si han de tener algún efecto). Tanto las ideas y las acciones se transforman, para mejor o peor. Algunas dan como resultado mejores consecuencias de las que “merecían”; otras, peores.

¿Cómo se manifiesta dicha ironía de consecuencias no intencionales en el caso de la teología de la prosperidad? Quizá para mejor y para peor…

Una breve caracterización

En cierto modo la teología de la prosperidad es una innovación reciente (solo se volvió importante a partir de la década de 1980). Aunque proviene básicamente del contexto norteamericano, combina especialmente bien con algunos conceptos preexistentes de religión y prosperidad en ciertas partes del sur global; han surgido adaptaciones y exponentes locales.

La teología de la prosperidad trata fundamentalmente cómo entendemos la acción de Dios en relación a las acciones humanas. Es un discurso religioso que rechaza la teodicea cristiana tradicional. Lo hace especialmente bien donde el trabajo arduo y otras virtudes económicas generan poca recompensa, al menos para los sectores medios y bajos de la población.

Aproximaciones a su estudio

Para algunos (quizá muchos) evangélicos, la teología de la prosperidad es teológicamente defectuosa, moralmente reprensible y psicológicamente perjudicial. Debido a eso, debemos hacer un esfuerzo para poner en suspenso nuestros juicios normativos a fin de ser capaces de entender e incluso empatizar. Esta es una buena práctica sociológica, pero también una buena práctica cristiana. La capacidad de ponernos en los zapatos de otra persona, ver las cosas desde otro ángulo, hallar cosas buenas donde pareciera que no existirían… son virtudes cristianas. No significa perder nuestro sentido crítico pero sí ponerlos en pausa. Al final, podremos ser críticos… pero probablemente estemos mejor informados para expresar nuestra crítica.

De modo que, sea lo que fuera que pensemos sobre la teología de la prosperidad a nivel teológico, en el plano sociológico debo hacer algunas distinciones.

La primera es entre los vendedores y consumidores o, en otras palabras, entre los propagadores y el público, que por lo general no está compuesto por simplones vulnerables sino por gente necesitada que realiza sus apuestas sobre una variedad de opciones.

En segundo lugar, podemos distinguir entre la teología de la prosperidad para los pobres y la teología de la prosperidad para los que ya se encuentran bien a nivel financiero, porque las consecuencias sociológicas son bastante diferentes.

En tercer lugar, entre una interpretación literal del discurso de la teología de la prosperidad (¿se cumplen realmente sus promesas?) y una interpretación metafórica (los efectos catalizadores, la esperanza que se genera, los beneficios colaterales).

Y en último lugar, entre lo que denomino la teología de la prosperidad “desnuda” y la teología de la prosperidad “vestida” (términos que explicaré en los próximos párrafos).

La primera “teología de la prosperidad” protestante

El famoso estudio de Max Weber sobre la relación entre la ética y los primeros protestantes (en especial aquellos de una vertiente reformada) y el surgimiento del capitalismo fue, por supuesto, un estudio clásico de consecuencias no intencionales. Lo que él llamaba el “espíritu del capitalismo” no era para nada lo que los teólogos como Calvino y Richard Baxter se propusieron crear, pero sin embargo ellos, en la opinión de Weber, tuvieron que ver con su creación.

Cuando los sectores no occidentales del mundo comenzaron a desarrollarse a nivel económico, la búsqueda comenzó por “éticas protestantes equivalentes” en otras religiones (confucianismo, por ejemplo). Más recientemente, al haberse globalizado el protestantismo como una religión de masas, se han realizado discusiones sobre si este nuevo protestantismo masivo (mayormente pentecostal) tiene una ética económica similar y podría tener efectos similares a nivel macroeconómico en partes del sur global.

Pero este protestantismo global es distinto. Opera en la periferia del capitalismo global establecido y no tiene espacio para tener la misma clase de efecto macroeconómico. Y en cualquier caso, no tiene por lo general la ética de trabajo protestante ni los patrones de consumo frugales, que se suponían impelidos por la angustia con respecto al destino eterno ante la inescrutabilidad divina sobre la predestinación. Sin embargo, los nuevos protestantes globales bien pueden estar económicamente vigorizados por varios aspectos de su fe (mayor optimismo y fe en sí mismos, nuevos parámetros de honestidad, sobriedad y dilgencia) y por habilidades aprendidas en las iglesias.

El pentecostalismo global puede no tener noción weberiana de la vocación, pero (como señala el sociólogo británico David Martin) opera una mutación física hacia la independenica y la iniciativa individual, cualidades que se requieren especialmente en la economía informal. Además, el pentecostalismo rechaza el enfoque cristiano europeo del sufrimiento como ejemplar; en cambio, considera el sufrimiento como algo a superar, sin gran distinción entre el bienestar espiritual, físico y material.

El contexto socioeconómico del auge de la teología de la prosperidad

Hay un auge contemporáneo del protestantismo global y la última etapa del capitalismo global (el desmantelamiento de la protección, la proliferación de las megaciudades, la flexibilización de los mercados laborales, el incremento del sector informal). Por lo general, los nuevos protestantes en el sur global no están en el proletariado manufacturero sino en el sector de servicios, donde la capacidad de ser puntual, trabajar bajo supervisión y ser obediente (virtud que era importante para el trabajo fabril) es menos relevante que la capacidad de automotivarse, autosupervisarse y manejar con habilidad las relaciones interpersonales.

Además, la globalización incita más deseos, porque hace que cada uno sea más consciente de cómo viven los demás, alentando en consecuencia el fatalismo y la desesperación, incluso la revuelta de la teología de la prosperidad contra el fatalismo (como dice el lema de la Iglesia Universal del Reino de Dios: “Dile a Dios: ¡no acepto esto!”). 

¿En qué aspecto es débil la teología de la prosperidad?

Tiende a ser relativamente débil donde las poblaciones son muy prósperas, o relativamente prósperas y muy seguras (por ejemplo, donde el estado de bienestar es fuerte), o muy secular, o muy comunitaria (por ejemplo, en países de tradición cristiana ortodoxa). Otro ejemplo podría ser Cuba, donde el pentecostalismo ha crecido bien recientemente en circunstancias económicas muy difíciles, pero donde la teología de la prosperidad no gana mucho impulso debido a que es ideológicamente sospechosa en una sociedad que tiene una sólida ideología de la solidaridad nutrida por el antiguo ideal del “nuevo hombre” socialista.

Tipologías de la teología de la prosperidad

Amos Yong, teólogo pentecostal: una tipología quíntuple de posturas teológicas hacia la teología de la prosperidad:

a).- El argumento a favor de la prosperidad afirma que hay razones bíblicas, aunque formas ampliamente divergentes;

b).- El argumento contra la prosperidad reacciona a los argumentos bíblicos, pero también a los excesos de la teología de la prosperidad y sus estilos de vida;

c).- El argumento misionero defiende la prosperidad como una vocación para conectarse con los más prósperos.

d).- El argumento contextual defiende la prosperidad desde una perspectiva integral;

e).- El argumento balanceado reconoce la importancia de la prosperidad pero enfatiza la mayordomía responsable; algunos también abogan iniciativas concretas de desarrollo.

Nimi Wariboco, teólogo nigeriano: cinco “clases ideales” de teologización africana acerca de la prosperidad:

1).- El “paradigma del pacto”, del cual hay dos variantes: a).- la teología de la prosperidad “típica”, en la que las contribuciones financieras son claves; b).- el modelo de excelencia, que enfatiza la capacidad de desarrollo y los sentimientos afrocéntricos.

2).- El “paradigma espiritualista”: la guerra espiritual como el primer paso hacia la prosperidad nacional.

3).- El “paradigma de liderazgo”, también con dos variantes: a).- el modelo profético, de protesta contra la mala administración, la injusticia y la corrupción; b).- el modelo transformacional (ubicar en el gobierno a cristianos moralmente rectos).

4).- El “paradigma nacionalista”: los africanos deberían mejorar su autoestima y separarse de las influencias externas.

5).- El “paradigma de desarrollo”: las iglesias como agentes de desarrollo.

Entonces, hay teologías de prosperidad, en plural. Algunas variedades enfatizan que los humanos deben expresar su propia iniciativa a fin de florecer, mientras que otras variantes tienen un sentido mucho más sólido de agencia divina, una noción de “sembrar y cosechar” y de un Dios que está sujeto contractualmente a bendecir.

La flexibilidad de la teología de la prosperidad

Parte de la razón de su éxito reside en su ambigüedad. En épocas de abundancia, puede explicar por qué la vida es buena, y en tiempos de angustia puede explicar por qué no lo es, así como aliviar la ansiedad. Y, mientras que algunos creyentes toman la teología de la prosperidad como un mandato para trabajar arduo, otros lo toman como un llamado a vivir (“por fe”) por encima de sus posibilidades, en constante endeudamiento.

La teología de la prosperidad como una forma de capital espiritual

Gerrie Ter Haar, antropólogo holandés, dice de la teología de la prosperidad: “La gente invierte en sus relaciones con seres espirituales con una visión de mejorar la calidad de su vida […]. El elemento de reciprocidad en las relaciones sociales se extiende a la esfera de lo invisible”. Así, la teología de la prosperidad es “enteramente lógica desde la perspectiva holística de una cosmovisión que […] no separa lo material de lo espiritual”.

La teología de la prosperidad como fomento de la iniciativa económica en un mundo injusto

Como señala Amos Yong, en las regiones más desarrolladas del mundo la mayoría de los cristianos no tiene una teología de la prosperidad sino que vive con una mentalidad de prosperidad, esto es, que absorbe las presuposiciones económicas y los estilos de vida prevalentes de su contexto. Entre tanto, en las partes menos desarrolladas del mundo, la teología de la prosperidad puede tener un efecto catalizador, transformando hábitos y prácticas económicos, en especial en la economía informal.

Con respecto a los efectos, podemos distinguir entre lo que llamo “teología de la prosperidad al desnudo” (por ejemplo, sin adornos, franca) y la “teología de la prosperidad vestida” (por ejemplo, donde la exhortación a dar al predicador está acompañada por recomendaciones concretas para transformar la situación económica personal; podemos ejemplificar con un sermón que escuché en Brasil, en la Iglesia Universal del Reino de Dios: “No es simplemente dar una ofrenda; debes renunciar a tu trabajo y abrir un negocio, aun si solo fuera para vender palomitas de maíz en la calle; como empleado nunca tendrás riqueza”. Las publicaciones de esta iglesia contienen sugerencias prácticas sobre cómo abrir pequeños negocios en una variedad de áreas económicas, incluyendo orientación sobre el capital inicial que se requiere en cada caso).

¿La teología de la prosperidad como una afirmación del capitalismo global?

La literatura académica está llena de tales interpretaciones.

Robert Hefner, antropólogo norteamericano: “El mensaje es ‘no sientas lástima de ti mismo y no te distraigas con sueños de justicia social, ponte en línea con Dios y espera milagros’”.

Andrew Chesnut, sociólogo norteamericano: “La teología de la prosperidad, tanto en práctica como en teoría, refuerza y aun promueve el orden capitalista global existente”.

Douglas Hicks, profesor norteamericano de religión y economía, dice que representa “una aceptación total de la ‘solución’ del libre mercado a la cuestión de la distribución”.

Jonathan Walton, profesor de religión afroamericana: “La teología de la prosperidad y la burbuja inmobiliaria y financiera fueron alimentadas en parte por concepciones magnificadas de la vida, en base al crédito fácil y la deuda inmanejable”.

Pero ¿eso es todo? Sabemos que, en democracias modernas, todos son animados a querer y esperar las mismas “buenas cosas” en la vida, pero los medios de acceso a ello no se distribuyen de forma igualitaria. Quizá sorprendentemente podemos hallar algunas evaluaciones altamente críticas del capitalismo global, aun en publicaciones de la Iglesia Universal del Reino de Dios.

Uno de sus obispos escribe que “la globalización es el fruto de una política económica dictada por los países desarrollados a fin de expandir sus mercados […] dándoles a sus ciudadanos todas las cosas que ‘roban’ de nosotros”. Otro obispo reconcilia el antineoliberalismo con la teología de la prosperidad: “Hay una trinidad satánica en el capitalismo: el gran ‘dios’ del mercado, la gran religión mundial es el capitalismo y el Espíritu Santo es el FMI […]. Cuando hacemos una ‘cadena de prosperidad’ [reuniones consagradas a obtener prosperidad] vamos en contra de los principios elementales del mercado, que incluyen ‘eres pobre, naciste para ser pobre, morirás pobre’”. Incluso si estos sentimientos no se repiten de forma habitual, al menos muestran que la teología de la prosperidad como tal no es incompatible con una crítica del capitalismo global.

Tal vez más común que una crítica directa del capitalismo global es un concepto verbalizado por una miembro de la Iglesia Universal: “Dios siempre quiere lo mejor para nosotros, tener un buen automóvil, una bonita casa, dinero en el banco. Esto es ciudadanía, y no gobierno, ningún político nos lo dará” (énfasis añadido).

La teología de la prosperidad como un don económico

Para Joel Robbins, antropólogo norteamericano, la popularidad de la teología de la prosperidad en el sur global se debe a que ofrece seguridad en circunstancias económicas caóticas donde algunos se vuelven ricos pero es difícil entender cómo o por qué.

Esto lleva a una consideración de sus apelaciones montearias “escandalosas”. Son uno de sus aspectos más controversiales. Pero, como afirma la socióloga brasileña Cecilia Mariz, en la mentalidad popular dar es poder, mientras que la sumisión es simbólicamente reforzada por recibir. En el pentecostalismo, los pobres descubren que son capaces de dar y no solo recibir. Además, debe recordarse que a menudo las donaciones reemplazan gastos previos en medicinas, bebidas o drogas. Para muchos miembros, dar a la iglesia y una racionalización del comportamiento económico general son inseparables. Vienen juntos como parte del paquete de transformaciones, un paquete que continuamente está amenazado por los antiguos hábitos. Dar encarna este precario compromiso con el nuevo parámetro. Y las investigaciones muestran que las apelaciones son siempre filtradas por la audiencia.

En cualquier caso, hay un contexto social para todo esto. Una encuesta de pentecostalismo en diez países, en 2006, preguntaba: “¿Dios concede prosperidad a los creyentes?”. La expectativa de recompensa material a través de medios religiosos está lejos de ser exclusiva del pentecostalismo. El 64% de todos los brasileños religiosos considera que Dios prospera a los creyentes; los pentecostales meramente incrementan el porcentaje al 83% (los datos respectdivos son: 28% y 49% en Chile, 71% y 82% en Guatemala).

Así, la teología de la prosperidad no es solo un resultado de la globalización del capitalismo y de la exportación religiosa norteamericana. También es una actualización de expectativas religiosas en muchas partes del mundo. Por ejemplo, los antropólogos Stephen Ellis y Gerrie Ter Haar señalan que en África hay una percepción de que todo poder tiene su origen en el mundo espiritual. Hay una asociación entre adquirir prosperidad y hacer un pago a un ser espiritual. La prosperidad tiene un aspecto místico; sus raíces están en el mundo espiritual. La teología de la prosperidad, por lo tanto, es sencillamente una adaptación reciente de gran parte de las antiguas creencias.

La teología de la prosperidad y el mundo cristiano más amplio

La religión de prosperidad no es un fenómeno específicamente cristiano, pero sus versiones cristianas tienen que retener alguna conexión con los temas cristianos en general. No pueden estar enteramente a la deriva, por flotación libre, y no pueden ignorar totalmente las críticas del mundo cristiano más amplio.

Al mismo tiempo, ellos mismos representan una crítica de las otras corrientes cristianas, por ejemplo: el protestantismo tradicional.

De acuerdo al antropólogo holandés Birgit Meyer, hay una fuerte inclinación por parte de muchos eruditos de referirse a la religión material como inferior a una “espiritualidad” religiosa ideal. Esto viene de una visión “protestante” que considera la materialidad como una forma menor de religión. Pero el pentecostalismo no comparte tal prejuicio.

El teólogo pentecostal Frank Macchia habla de la teología de la prosperidad como un antídoto a la herencia teológica occidental plagada de dualismos, y habla de la hipocresía entre los críticos masculinos blancos de las élites académicas occidentales. La teología de la prosperidad se nutre de una noción veterotestamentaria de la salvación como shalom o bienestar integral.

Además, existe en tensión con antiguas formas de pentecostalismo que se gloriaban en la elección de Dios de los pobres y sospechaba de los efectos espiritualmente deletéreos de la riqueza. Esa era la ética de un antiguo capitalismo, de una larga y ardua lucha por alcanzar una modesta respetabilidad. Hoy en día, esa ética todavía existe, pero ha perdido terreno frente a las enseñanzas de prosperidad.

La teología de la prosperidad y el mundo religioso no cristiano

En primer lugar, en relación con el otro gran monoteísmo expansionista, el islam. Robert Hefner la compara con el “islam de mercado”, que une apelaciones a la piedad con discursos y terapias de autoayuda. Tanto los pentecostales de la prosperidad como los “musulmanes del mercado” importan muchas técnicas de autoayuda de las industrias norteamericanas de la administración y el manejo de la vida.

Segundo, en relación a las tradiciones religiosas indígenas en muchas partes del mundo. El antropólogo británico Simon Coleman habla de la “tendencia de las religiones indígenas de tratar lo material y lo espiritual como inextricable y aguardar que los espíritus indígenas acepten ‘acuerdos’ para liberar ‘bienes’ mundanos genera una tierra muy fértil para el evangelio de la prosperidad”.

Como señala Dena Freeman en su libro sobre pentecostalismo y desarrollo en África, el protestantismo en Europa se forjó contra un contexto de catolicismo que había promovido un ideal ascético, mientras que el protestantismo contemporáneo en África crece contra un trasfondo de religiones africanas tradicionales que enfatizan los sacrificios como condición para recibir las bendiciones de salud, riqueza y fecundidad. En este contexto, la teología de la prosperidad alivia la presión de participar en prácticas tradicionales y da respaldo moral para resistir las exigencias familiares.

Conclusiones

Primero, los mensajes de prosperidad son siempre filtrados por sus consumidores. El público nunca es víctima pasiva. A menudo, el predicador dice “prosperidad”, pero el oyente piensa meramente en “seguridad” o “dignidad”. De acuerdo al antropólogo holandés Rijk van Dijk, la teología de la prosperidad en África enfatiza la necesidad de “ruptura” y “quiebres que llevan al cambio”, un rompimiento proactivo con el pasado que transforma la subjetividad del creyente y posibilita nuevos avances en la vida económica.

Segundo, la teología de la prosperidad ha funcionado como una forma de hacer del movimiento evangélico una religión de masas. Cada religión tiene una forma que atrae solo a unos pocos “virtuosos” porque es muy demandante y otra forma que atrae a las masas porque es menos exigente y más fácil de entender. Si queremos éxito numérico e iglesias grandes, quizá la teología de la prosperidad sea el precio que debamos pagar.

Tercero, podemos hablar de un espectro de actitudes cristianas hacia la riqueza: en un extremo, la teología de la prosperidad; luego la mayordomía; luego la sencillez; y en el otro extremo, un voto de pobreza. El mundo cristiano no se divide solo en una forma binaria entre aquellos “a favor” y quienes están “en contra” de la teología de la prosperidad.

Cuarto, ¿cuáles son las perspectivas de la teología de la prosperidad? Como todas las corrientes religiosas, está en continua evolución, en respuesta a cambios socioeconómicos y culturales, factores internos como el envejecimiento de figuras e iglesias líderes y críticas del mundo cristiano más amplio y de la sociedad circundante.

La teología de la prosperidad es muy funcional para atraer gente, pero no para mantener una iglesia durante varias décadas. La teología de la prosperidad tiene piernas cortas. Al final debe incorporar otros elementos porque de otro modo tendría dificultades para crear comunidades estables. En el caso de Brasil, el censo de 2010 sugiere que tal vez las iglesias neopentecostales (principales proveedoras de la teología de la prosperidad) hayan dejado atrás su punto de mayor auge.

Quinto, la pregunta realmente clave es la siguiente: ¿qué nos dice la popularidad de la teología de la prosperidad acerca del mundo en que vivimos? Antes de condenarla, deberíamos considerarla como una señal de los tiempos. No debemos quedarnos fijos en la señal, la idea como tal (pensar que combatir la idea resuelve todo), sino que debemos reaccionar ante lo que indica la señal: un mundo tan desigual e injusto que aun las formas menos diluidas de la teología de la prosperidad son extremadamente populares. ¡Quizá debamos verla como el suspiro de los oprimidos y el corazón de un mundo descorazonado!

Por último, una humilde propuesta: ¿por qué no inventamos otra teología de la prosperidad, inspirada en algunos de los autores de la patrística? Crisóstomo, por ejemplo: “Puesto que no han dado las ofrendas acostumbradas […] el rico retiene los bienes del pobre […]. Porque nuestro dinero es del Señor, sin embargo es posible que nos hayamos quedado con él. Si proveemos para quienes están en necesidad, obtendremos gran abundancia” (énfasis añadido). O Basilio: cuando das a los pobres, realizas un préstamo, porque la beneficencia de Dios te paga. “¿No deseas que el Todopoderoso esté obligado a restituirte?” (énfasis añadido). En otras palabras, estos líderes cristianos del siglo cuarto creían en el mecanismo de recompensa de la teología de la prosperidad: darle a Dios y Él recompensará con creces. Pero hay una diferencia crucial con la teología de la prosperidad que escuchamos hoy. Para Crisóstomo y Basilio, “darle a Dios” no quería decir “darle a la iglesia” o “darme a mí, el predicador”. Significaba “darles a los necesitados”. Y no dar era igual a robarles a los pobres, no a la iglesia o el predicador. Entonces, aquí tenemos una teología de la prosperidad totalmente diferente, una en la que el mecanismo de recompensa con el que estamos familiarizados (en el que “obtenemos gran abundancia” porque “el Todopoderoso tiene obligación con nosotros”) está unida a una práctica que es socialmente benéfica y a una relación eclesiástica que está menos interesada en sí misma. Esto evitaría lo que resulta más escandaloso en la teología de la prosperidad, porque reemplaza la relación de dos vías entre el predicador y el oyente por una relación triangular en la que se introduce a la persona necesitada. El predicador ya no es la parte interesada puesto que no es más el receptor de la donación. De un solo golpe, esta “nueva teología de la prosperidad” mejoraría vastamente la imagen tan dañada del cristianismo evangélico en lugares como Brasil, pues quitaría la sospecha del interés personal de los predicadores y conduciría hacia un incremento del dar caritativo.

Como dije al comienzo, se me ha pedido ser una especie de “abogado del diablo”. Pero cuánto he escrito como yo mismo y cuánto como el defensor de la causa del “diablo”, cada lector tendrá que decidir por su cuenta.

Preguntas para dialogar

1).- En vistas de que un “cristianismo global” saludable debe ser capaz de abrazar las condiciones de vida en todo lugar, ¿cómo debería afectar nuestra sensibilidad la evaluación que hagamos de la teología de la prosperidad en cuanto a las tremendas disparidades en el sistema económico global? ¿Deberíamos examinar un evangelio de la prosperidad para los pobres de forma distinta a un evangelio de la prosperidad para los más pudientes? ¿Qué nos dice la inmensa atracción del evangelio de la prosperidad acerca de la sociedad global en la que vivimos?

2).- ¿Las evaluaciones del evangelio de la prosperidad difieren de acuerdo a si son hechas teológicamente, éticamente, económicamente, psicológicamente o sociológicamente? ¿Puede el evangelio de la prosperidad ser defendido en términos de los buenos efectos que tiene, aun si fuera señalado como teológicamente indefensible?

3).- La Consulta en la que esta ponencia se presentó por primera vez estaba estructurada en torno a temas devocionales de humildad, integridad y sencillez. ¿Cómo dirían los defensores de la teología de la prosperidad que integran estas virtudes en sus vidas y ministerios?

 

This is a paper presented by the author at the 2014 Lausanne Global Consultation on Prosperity Theology, Poverty, and the Gospel. You may find a video version of this paper in the Content Library. The views and opinions expressed in this paper are those of the author and do not necessarily reflect the personal viewpoints of Lausanne Movement leaders or networks. For the official Lausanne Statement from this consultation, please see ‘The Atibaia Statement on Prosperity Theology‘.

Paul Freston el presidente de CIGI en Religión y Política en el Contexto Global en Balsillie School of International Affairs y Wilfrid Laurier University, Canada. Es también profesor colaborador en el programa de posgrado en sociología en Universidade Federal de São Carlos, Brasil. Algunos de sus libros son Evangelicals and Politics in Asia, Africa and Latin America (Cambridge University Press, 2001); Protestant Political Parties: a Global Survey (Ashgate, 2004); (ed) Evangelical Christianity and Democracy in Latin America (Oxford University Press, 2008); y (coeditado) The Cambridge History of Religions in Latin America (Cambridge University Press, 2016).